El hombre invisible
Cuando salgo de trabajar coincide con la salida del colegio, y me entretengo mirando a los yogurines que van por la calle.
Hace tres o cuatro años hubo un momento en que me pareció que ellas me miraban cuando venían hacia mí, y me puse contento. Eso duró hasta que me di cuénta de que no me miraban a mí, sino que miraban a través de mí.
Lo que me queda es ser el hombre invisible.
3 comentarios:
Será que de tanto trabajar se ha vuelto Usted invisible a los ojos de los "yogurines".
Perfectos Saludos.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Hombre, Sr. Soltero de Oro, consuélese: esas niñas, con la estatura que tienen, probablemente le miran a la altura de la entrepierna. No debe de ser placer renunciable ese de que ojitos inocentes de yogurinas le atraviesen a uno la jaula de la víbora.
¿Eso se lo inventó usted o lo copió de algo? Porque si se lo inventó merece ser recordado y reconocido.
Es toda una creación literaria.
Si se esfuerza y deja de trabajar tanto, tal vez consiga desbancarnos, y todos los bloggers del mundo nos dedicaremos a dorarle la píldora. Se acostumbrará, ya verá lo que gusta que le doren a uno la píldora.
A mí también me encanta que las yogurinas miren a través de mi entrepierna. ¡Quién sabe lo que pueden ver esas niñas con sus miradas de rayos X!
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